sábado, diciembre 16, 2006

Mi señor impetuoso

 
 
Al recordar la primera vez que te vi,
he vuelto a sentir las mismas emociones.
El encuentro fue anhelado
por mucho tiempo y por fin
ahí estabas, frente a mí,
majestuoso e imponente
no podía dejar de contemplarte.

Escuchaba un murmullo subyugante,
que hechizaba los sentidos
y acariciaba dulcemente.
Un susurro embriagador,
cual latido apasionado
suavemente arrullador
como el amoroso abrazo.

La penumbra de la aurora llegó,
enmarcando una danza con el viento
en bruma y espuma,
en olanes y encajes
en un vaivén rítmico,
en una oscilación armoniosa.

Calor y luz se acercaban,
sus colores los delataban
azul, rosa, lila, amarillo, naranja …
se unieron a la danza,
al compás cadencioso
de una sinfonía voluptuosa.

Así en cada encuentro,
mi Señor impetuoso,
haces sentir tu fuerza
y tu suavidad al mismo tiempo,
eres abismo y misterio,
eres el Mar profundo
y el inmenso Océano…